THE DAY TIME ENDED (1980)
Dir: John "Bud" Cardos
Ya empezamos de manera chapucera: Voz en off soltando rollos patafísicos sobre el espacio y el tiempo con fondo de espacio estrellado; lucecitas alrededor de una casa del desierto. Corten.
Nos presentan a la familia: Un mal rollo de familia tradicional blanquísima y yanki, niña incluida. Se trasladan a la casa donde ha habido las lucecitas que hemos visto antes (también es casualidad)
El páter les regala a sus vástagos unos caballos. De repente, la niña se encuentra en pleno establo una pirámide de color fosforito que refulge de manera molona. Se lleva al pony de la niña, pero ésta pide que se lo devuelvan y así sucede.
No todos los días eres testigo de un vórtice espacio-tiempo en la parte trasera de tu casa, así que lo enseña a sus papás, pero la pirámide ha desaparecido. Cosas del espacio-tiempo.
Bueno, no es así, tan solo se ha reducido al tamaño de un regalo de Huevo Kinder ¿?
¿Cómo arregla esa situación una típica familia americana? ¡Con una barbacoa y música funky-disco, por supuesto! Pero no se si es que al vórtice no le mola la música esa que empiezan a pasar cosas un poco raras.
Todo se pone a brillar de manera radiactiva, y ya suponemos que la niña es la que está en contacto con esas fuerzas misteriosas.
Pasan dos ovnis sobrevolando la casa por la noche, y los yayos se quedan hechos polvo porque presienten cosas malitas. Seguro que Íker Jiménez se pondría a dar saltos de alegría. No saben aún lo que les espera...
En la habitación de la niña sale humo y ¡hala! de la nada aparece una especie de duende (muy conseguido, eso sí) que se pasea y juega con la niña. En seguida viene una mini nave a buscarlo, se trata de una especie de aspiradora espacial con antenas de radio de coche y que dispara (aunque raramente vemos los rayos)
El duende aparece ahora en la habitación de los viejos, bueno, a la vieja, que es la que esta despierta. El bicho intenta mediante signos avisarla de algo, pero desaparece cuando el viejo se despierta. Quizás Cardos nos quiso explicitar que sólo la sensibilidad femenina te permite desgarrar el continuo espacio-tiempo y observar esas maravillas. O yo que sé.
La niña desaparece pero la encuentran fuera de la casa, hay luces en el cielo, el coche se enciende solo, la casa tiembla... mucho mal rollo para “¡Ocasión!”Casa tranquila para entrar a vivir” según la inmobiliaria.
La niña parece controlar las fuerzas misteriosas esas, y se lo pasa pipa mientras los demás se acojonan vivos.
Intentan escapar de todas las maneras posibles, pero la mini-nave vuelve para cerrarles el paso.
Y aquí ya empieza la sopa boba y el cachondeo: Empiezan a aparecer un montón de aliens por la entrada de la casa, y se ponen a darse de hostias. Todo para mostrar los talentos de David Allen como efectista, ya que el sentido de estas escenas es nulo para la trama. ¡Y es que como mola ver a bichos en stop-motion pelearse!
Mientras el papa de la niña va de camino a la casa y le pasa de todo, vamos, como si viajara con Iberia.
Finalmente, después de todo el rollo de pelear contra las bestias, empiezan a aparecer una especie de fuegos artificiales alrededor de la casa, y por arte de magia, la casa aparece en OTRA DIMENSIÓN. Las pinturas mate del paisaje son increíbles, pero el pobre espectador no para de rascarse la cabeza intentando comprender este embolao.
La madre y la niña desaparecen sin más, y el yayo parece enterarse de todo. Componentes psicoactivos de las pastillas del reuma, supongo. “Estamos en un vértice espacio- temporal”, dice emocionado. Bravo, abuelo, ya era hora de que alguien nos explicara algo, aunque sea un detalle que un mono amaestrado ya habría captado.
Se forma una pirámide con la niña y la madre dentro, se pone fosforito, salen de ella y empiezan a encontrar a todos los componentes de la familia. ¿Y sabéis que hacen? Pues quedarse a vivir allí, en la dimensión del quinto pino esa, una tierra maravillosa, llena de monstruos, lucecitas que vuelan y soles enormes. Un sitio ideal para que crezcan los niños.
Y ya está. Un tirón de orejas para Cardos y Band (prodigiosa combinación absolutamente desaprovechada), que tenían una gran idea y los medios necesarios, pero ni puñetera idea de cómo llevarla a cabo. El resultado es medianamente entretenido, aunque... ¿de verdad hacían falta TRES guionistas para esto?
Lo único destacable –suspiro- a parte de la batuta mágica del estajanovista Richard Band y de los efectos es la sensación de que Spielberg y Hooper vieron quizás esta peli para inspirarse en su “Poltergeist”. Mucha de la atmósfera de las escenas de la casa me recordaron muchísimo a esa peli.
En fin... se trata de un cumplido, o así.
Nos presentan a la familia: Un mal rollo de familia tradicional blanquísima y yanki, niña incluida. Se trasladan a la casa donde ha habido las lucecitas que hemos visto antes (también es casualidad)
El páter les regala a sus vástagos unos caballos. De repente, la niña se encuentra en pleno establo una pirámide de color fosforito que refulge de manera molona. Se lleva al pony de la niña, pero ésta pide que se lo devuelvan y así sucede.
No todos los días eres testigo de un vórtice espacio-tiempo en la parte trasera de tu casa, así que lo enseña a sus papás, pero la pirámide ha desaparecido. Cosas del espacio-tiempo.
Bueno, no es así, tan solo se ha reducido al tamaño de un regalo de Huevo Kinder ¿?
¿Cómo arregla esa situación una típica familia americana? ¡Con una barbacoa y música funky-disco, por supuesto! Pero no se si es que al vórtice no le mola la música esa que empiezan a pasar cosas un poco raras.
Todo se pone a brillar de manera radiactiva, y ya suponemos que la niña es la que está en contacto con esas fuerzas misteriosas.
Pasan dos ovnis sobrevolando la casa por la noche, y los yayos se quedan hechos polvo porque presienten cosas malitas. Seguro que Íker Jiménez se pondría a dar saltos de alegría. No saben aún lo que les espera...
En la habitación de la niña sale humo y ¡hala! de la nada aparece una especie de duende (muy conseguido, eso sí) que se pasea y juega con la niña. En seguida viene una mini nave a buscarlo, se trata de una especie de aspiradora espacial con antenas de radio de coche y que dispara (aunque raramente vemos los rayos)
El duende aparece ahora en la habitación de los viejos, bueno, a la vieja, que es la que esta despierta. El bicho intenta mediante signos avisarla de algo, pero desaparece cuando el viejo se despierta. Quizás Cardos nos quiso explicitar que sólo la sensibilidad femenina te permite desgarrar el continuo espacio-tiempo y observar esas maravillas. O yo que sé.
La niña desaparece pero la encuentran fuera de la casa, hay luces en el cielo, el coche se enciende solo, la casa tiembla... mucho mal rollo para “¡Ocasión!”Casa tranquila para entrar a vivir” según la inmobiliaria.
La niña parece controlar las fuerzas misteriosas esas, y se lo pasa pipa mientras los demás se acojonan vivos.
Intentan escapar de todas las maneras posibles, pero la mini-nave vuelve para cerrarles el paso.
Y aquí ya empieza la sopa boba y el cachondeo: Empiezan a aparecer un montón de aliens por la entrada de la casa, y se ponen a darse de hostias. Todo para mostrar los talentos de David Allen como efectista, ya que el sentido de estas escenas es nulo para la trama. ¡Y es que como mola ver a bichos en stop-motion pelearse!
Mientras el papa de la niña va de camino a la casa y le pasa de todo, vamos, como si viajara con Iberia.
Finalmente, después de todo el rollo de pelear contra las bestias, empiezan a aparecer una especie de fuegos artificiales alrededor de la casa, y por arte de magia, la casa aparece en OTRA DIMENSIÓN. Las pinturas mate del paisaje son increíbles, pero el pobre espectador no para de rascarse la cabeza intentando comprender este embolao.
La madre y la niña desaparecen sin más, y el yayo parece enterarse de todo. Componentes psicoactivos de las pastillas del reuma, supongo. “Estamos en un vértice espacio- temporal”, dice emocionado. Bravo, abuelo, ya era hora de que alguien nos explicara algo, aunque sea un detalle que un mono amaestrado ya habría captado.
Se forma una pirámide con la niña y la madre dentro, se pone fosforito, salen de ella y empiezan a encontrar a todos los componentes de la familia. ¿Y sabéis que hacen? Pues quedarse a vivir allí, en la dimensión del quinto pino esa, una tierra maravillosa, llena de monstruos, lucecitas que vuelan y soles enormes. Un sitio ideal para que crezcan los niños.
Y ya está. Un tirón de orejas para Cardos y Band (prodigiosa combinación absolutamente desaprovechada), que tenían una gran idea y los medios necesarios, pero ni puñetera idea de cómo llevarla a cabo. El resultado es medianamente entretenido, aunque... ¿de verdad hacían falta TRES guionistas para esto?
Lo único destacable –suspiro- a parte de la batuta mágica del estajanovista Richard Band y de los efectos es la sensación de que Spielberg y Hooper vieron quizás esta peli para inspirarse en su “Poltergeist”. Mucha de la atmósfera de las escenas de la casa me recordaron muchísimo a esa peli.
En fin... se trata de un cumplido, o así.
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